“En La Nit, el personaje es movimiento + voz + iluminación; es ritmo de las inquietudes del alma que no encuentra puntos de apoyo ni de descanso; es la mente que dialoga a través del eco de las palabras que invaden el grito desesperado de quien desea, aunque sea por una noche, no estar solo, y pide que ‘nos paremos por un momento’. También es gesto-espacio-tiempo; es la nube cinética de quien no puede huir por mucho que lo intente. Hay esquinas que impiden la defensa, pero si respira justo cuando está contra una pared, puede que el canto, o una antigua nana, desaten el nudo de las imposibilidades, para que el simple resto de una pared sea muro de una petición al límite de una plegaria de un ser a otros seres, de un ser a sus otros seres, sin dioses. Se eleva la divinidad que hay en él, el gesto que muestra y desata es expresión de un deseo que se ha quedado sin habla.”
“El sonido de las letras cae en el espacio como gotas de una lluvia que aumenta y disminuye a lo largo de la noche, y las palabras van influenciándose en un único discurso. Son voces que, en un principio, son sonidos, un tentativo de hablar, un largo tentativo que solo con mucho esfuerzo se trasforma en habla: palabra, texto, dia-logo. Los dos, solos y abandonados, ven y perciben enemigos y peligros en todas partes y, como si estuvieran aún en su placenta, cumplen el esfuerzo (o el deseo nunca perdido) de volver a nacer. Cada uno percibe al otro por donde se mueve: le evita antes, le conoce después, y termina amándole. Es con él que se confiesa a sí mismo”