Conocí a Alda Merini una tarde lluviosa en la librería Rizzoli’s de Milán, hace más de veinticinco años. Conocí su poesía por un pequeño libro blanco de Einaudi, Vuoto d’amore. Me estremeció escuchar ese poema recitado desde el balcón del teatro, dicho con la más alta forma del dolor, el domingo 6 de abril en Barcelona. Son los mismos años que tengo de traducirla. He intentado llegar al centro de su dolor, de su pasión, de su locura, por decirlo de una manera, ya que no creo en la locura sino en el origen de los afectos, de cómo han afectado en el alma de un ser humano sus vivencias, amores, desamores, pasión, poesía, cómo le ha afectado entrar en la vida misma. Durante todo este tiempo, su poesía ha sido me fuerza, mi Tierra Santa. Pero, nunca había sentido el dolor tan inmenso que me atravesó al ver la obra La Diversa.

Me parece que Moreno Bernardi, el director de la obra, es la persona que mayor sensibilidad ha mostrado en lo que se refiere al estado mental de Alda Merini. Nunca lo oí hablar de “locura”, “enfermedad” o “rarezas”, que suelen atribuirse a quienes, por el puro hecho de vivir con fuerza aquello que les ha tocado en suerte transitar, son diversas. Moreno siempre manifestó un respeto y una fineza raras ocasiones encontrados.

Laia Casals interpreta y da vida a esa parte de dolor, encierro, electrochoques que atravesó Alda. LO hace de forma contundente, natural, en-personándose del personaje sin que le costase algún trabajo entrar en ella. Por el contrario, lo que vimos y presenciamos fue una Laia con dificultad de salir de ese estado anímico del que formaba parte y del que nos hizo –dolorosamente partícipes– en su representación.

Por instantes creí que abandonaría la sala al no poder ver tanto dolor. Todos estos años no han sido suficientes para sentirlo con la fuerza alcanzada en esta magnífica, sensible, delicada puesta en escena. Cuando se toca el tema de la poeta milanesa, soy yo la que suele hablar. En esta tarde de abril en el Teatre Akadémia de Barcelona, mejor hablaron los tres: Alda Merini, Laia Casals y Moreno Bernardi. El dolor era la suma de dolores mostrándose en el cuerpo de esta actriz que hasta hoy debe sentirse maltratada por tal sufrimiento. Todo era creíble. Todo transmitible. Todo, incluso la música y la luz, nos llevaron a Villa Fiorita, a aquellas tardes de vejaciones, violaciones, abusos… al corazón más dolido de una Aldo Merini necesaria, doliente, fuerte, comunicativa, callada, trascendiendo todo por su única pasión: La poesía.

Jeannette L. Clariond,
experta en la poética de Alda Merini y traductora al castellano de gran parte de su obra.