Desde la arquitectura

Desde el inicio de la propuesta, comprendí el interés, como arquitecto, por trabajar en las fronteras del intercambio disciplinar; en las periferias de cada práctica, de cada conocimiento y de cada oficio; en los lugares de crecimiento y de innovación; de cruce y de confusión. Donde todo desborda y se mezcla.
Pero, en el after hours de la primera experiencia, debo hablar de dos novedades embriagadoras.

La primera es un descubrimiento: nada mejor que la visita inesperada de un ángel, me enseñará a descubrir el sentido de cada cosa (redescubriendo el Teorema de Pasolini); nada mejor que otra interpretación artística (danza o imagen) me acercará a la belleza generada por la arquitectura; nadie mejor que un bailarín o cineasta me acercará al núcleo poético de los espacios; nadie mejor que otras subjetividades comprometidas, sensibles y solventes responderán a la común y fundamental pregunta que sustenta nuestra diversa respuesta: ¿De qué mundo hablamos? ¿Qué mundo habitamos? ¿Qué mundo bailamos? Y mostrar su rostro.

La segunda encierra una enorme inquietud: el bailarín es un animal anfibio que deambula por la tierra para alimentarse, pero que se retira en el agua (la cámara negra) para invocar y procrear. En ese itinerario describe todo el proceso que va desde la realidad a la más pura abstracción. Su cámara negra es su territorio sagrado, donde todo empieza y acaba. ¿Dónde está el nuestro? ¿Donde está el vientre del arquitecto? Fascinante horizonte de conocimiento empieza a dibujarse en un horizonte sin fin.

Mis comentarios más concretos subrayan las imágenes del film que, por sus propios méritos, siguen tan abiertas y provocadoras como el amanecer más radiante.

Pere Riera

Desde la danza

La arquitectura para la danza es un ambiente, un hábitat posible, donde el movimiento puede abstraer las funciones estructurales e interpretar su organización en cuanto a forma, para componer en un segundo momento su ausencia (en cámara negra, en el escenario, en el estudio) y hacer danza de una arquitectura: lo que queda en la vivencia poética cuando la arquitectura no es visible y sigue siendo inevitable.

El trazo gestual de la danza experimenta el espacio escribiendo y ofreciendo indicaciones con respeto a sus materiales, medidas, entradas, salidas, alturas, límites…

El camino en Correspondencias es del espacio a la danza. Para mí, coreógrafo abstracto, purista e hijo del ‘mouvement absolu’, acostumbrado a la práctica del movimiento en cuanto a materia y forma, lo que más me fascina del ponerme en un lugar pre-organizado es la búsqueda del «como» experimentamos el espacio haciendo de ello una memoria generadora de un sistema de movimiento y de observación, quizás aplicable a otros lugares.

¿Cuánto hay de cultural en como nos movemos y vivimos los espacios? ¿Cuántos espacios hay que nos han llevado a modificar nuestro background cultural y sensible? En danza, la función doméstica y utilitaria del espacio desaparece, con lo cual la memoria que construyo de un determinado lugar es de «como» he estado en él y no de «lo que he hecho gracias a él».
No conozco el mundo sin arquitectura. La arquitectura es un pensamiento, una manera de ver, y no puedo conocer el mundo sin pensarlo, sin decidir «como» verlo, desde donde, desde que perspectiva. Bailar en el espacio diseñado por alguien es acercarme a su pensamiento a través de lo que él mismo decidió dejar a los demás, una forma para entenderle. ¿Puedo conocer el pensamiento de un arquitecto según cómo bailo en sus espacios?

Correspondencias juega con el umbral entre mi deseo de salir a conocer y la atracción y necesidad orgánica de volver a casa, a una cámara negra donde el movimiento lo puede todo, donde no hay apoyos exteriores, donde todo se centra en construir el movimiento de manera libre y en la soledad, captado y capturado durante el diseño íntimo de la coreografía.

Moreno Bernardi

Desde el audiovisual

Uno de los aspectos que más nos marcan del espacio en el primer encuentro de experimentación fue la atmósfera que se desprende. Ya, desde el inicio, nos fuimos conectando con esta energía, interiorizándola, buscando la esencia del espacio desde la intimidad de cada uno de nosotros sin la necesidad de exteriorizarlo, de comunicarlo con palabras. Sin embargo, las conexiones entre nosotros, el espacio y las diferentes disciplinas se hicieron evidentes.

En nuestras decisiones a la hora de afrontar la grabación siempre estuvo presente el espíritu de mantener la pureza del espacio y del movimiento. Por eso optamos por un movimiento de cámara suave, casi estático, que nos ayuda a crear una cadencia en el tiempo y a sugerir un recorrido por el espacio; provocando a la vez una cierta tensión, sin la necesidad de hacer cambios de plano en una misma secuencia.

Es así como el espectador puede ver la escena sin artificios de montaje, sin cambios en el ángulo de cámara, de la forma más parecida a lo que sería la visión in situ de la acción y el espacio.

Otros factores que influyeron fueron el peso de las líneas y los distintos elementos del espacio, la simetría de los paisajes y también su luz.

Con la voluntad de no intervenir y respetar la sobriedad y la pureza del momento, la fragmentación es uno de los elementos que nos permiten hacer visible nuestra percepción, situando la escena en un espacio propio, delimitado por unas coordenadas que nos ayudan a fijar la atención/tensión en unas texturas, unas fuerzas… unas líneas determinadas.

Eric de Gispert y Miquel Ardèvol