Bernardi ama definirse como compositor de la escena; lo suyo es un trabajo infatigable y minucioso de construcción desde la actuación hasta la dramaturgia. Propone un teatro total donde todo es motivo de composición sinfónica: actor, palabra, música y canto se construyen con la iluminación, el vestuario y la escenografía. Considerado como referente de una poética original que, con elegancia e intensidad, permite que la palabra clásica dialogue con el ritmo de la pop music, y que la voz se acerque a la sensibilidad del spoken word. La crítica definió a Bernardi como ‘escultor de actores’, y él mismo declara ‘busco en todo momento cómo diseñar la forma del estado efímero de las emociones’.

Experimentó sin pausa durante muchos años, tratando de no abandonar nunca su amor por el trabajo actoral y la estética de sus origines italianas, que dialogan con las referencias plásticas y visuales que siempre han acompañado su recorrido: el teatro oriental, el diseño, la moda y la música contemporánea. Bernardi crea sinfonías visuales y acústicas para un teatro emotivo y plástico a la vez, motivo por el cual muchos artistas se acercan a él buscando colaboraciones y sinergias creativas.

Con claras influencias expresionistas y propias del teatro-danza alemán en sus principios, con el tiempo se acerca al movimiento abstracto y a la composición gestual para definir, en la actualidad, una idea propia de teatro, donde la palabra es sonido de los sentimientos y el gesto es la forma de las emociones.

Un alma curiosa e inquieta es el motor de su personalidad multifacética que, ahora, con el teatro y la danza se expresa también con naturalidad en el lenguaje fílmico de los documentales poéticos, como en Moreno Bernardi, documental que repasa sus 20 años de carrera artística en la ciudad de Barcelona; el video-arte; la dirección creativa; y la música, que con Macbeth (2023) y Paradise (2024) compone con el violinista David Flores.