Fragmentos de la entrevista de Moreno Bernardi
realizada por Fernando Solla
Hace tiempo que estudias e investigas el arte con la palabra de Kae Tempest. ¿Encuentras en la alianza Tempest-Bernardi la ilusión de un dúo dramatúrgico o se trata más de un doble reto a la hora de enfocar el proyecto?
Sinceramente, me parecía muy difícil imaginarme un texto como Paradise representado de una forma naturalista. Porque Kae Tempest consigue lo que sólo los grandes de la palabra consiguen. Y los grandes del pop. Palabras aparentemente muy simples, pero tan bien construidas, tan bien pensadas, que siempre aparecen en el momento preciso.
Con su poesía hace música. Un concierto de Kae Tempest hace que toda la sala se inmovilice y no sabes si estás en un concierto, una iglesia, un teatro clásico, un discurso político o una confesión rasgadora de alguien dentro de la humanidad.
Esto lo logra sin naturalismo. Sólo con la búsqueda plástica del ritmo, el timbre, el espacio, la textura, la densidad, la calidad, la pulsación que la palabra recibe…
Es muy físico lo que hace Kae Tempest en sus conciertos. Y yo he tratado de hacer de su texto esto: un trabajo de abstracción. Yo he abstraído la esencia del texto y la he vestido con todo el lenguaje plástico, visual y escénico que el teatro permite.
En este sentido, es como si hubiéramos trabajado a cuatro manos siguiendo la misma filosofía. He tratado sus palabras en el contexto teatral como ella las utiliza en el contexto musical. Con todo el respeto del mundo.
¿Qué encontrará en “Paradise” el público que espere algo en la línea de sus álbumes en solitario o de su poesía?
Te contaré un secreto. La dramaturgia de Paradise no está dividida en escenas. Durante el texto, Kae Tempest utiliza la palabra “beat”, que es un término musical para indicar una respiración, una pequeña pausa. Con lo que indica la estructura rítmica del texto.
Y esto parte de una mentalidad musical, pero también de una mentalidad de vida. Cuando hablamos nos interrumpimos si de repente una de tus palabras me da el punto de salida para que mi discurso dibuje una curva hacia otro lado.
Entonces, ¿yo qué he hecho? He imaginado «mi álbum» con todas las letras y lo he dividido en 71 pistas. El espectador no verá la transición de una pista a otra, pero existen, son 71. Y cada una tiene su melodía, timbre, ritmo, pulsación, instrumentación… Incluso en relación con la palabra. Todo esto lo divido en tres grandes movimientos musicales, desde un punto de vista de lenguaje de la música contemporánea.
¿Cómo crees que recibirá todo este planteamiento el público que venga a ver la función?
No hace falta que el espectador sepa todas estas cosas, pero espero que esta estructura permita un viaje que va más allá de la historia que estamos describiendo. Y aquí yo no hago un teatro de representación, hago un teatro de presentación. No represento el texto, lo presento con otra forma. Presento un diseño, a partir de las habilidades de los intérpretes, bajo una serie de indicaciones que permiten que formalmente el público se emocione incluso sin saber por qué, que es lo mismo que nos sucede con la música.
¿Qué espacio queda para la palabra en una dramaturgia tan musical como la que describes?
He trabajado una dramaturgia sonora de la palabra. Es una dramaturgia acústica de las emociones, musical en lo que se refiere a los sentimientos. Porque siempre hablamos de las emociones, pero yo creo que el mío es un teatro de sentimientos, más que de emociones. De enamorarte de lo que ves. Yo creo que el espectador que se enamora del mi teatro tiene una relación perdurable con él. No son impactos efímeros que duran poco en el tiempo.
Poesía, spoken word, performance, producción musical… ¿Qué hay de todo esto en tu Paradise? ¿Cómo se convierte un texto de Sófocles en una propuesta relevante para el público contemporáneo y sobre todo para el del futuro?
Trabajando la inmediatez y la calidad de la experiencia en directo. Habrá pequeñas diferencias y matices entre una función y otra. Me gusta la idea de que cada noche, la propuesta suene de una forma algo distinta. A la hora de diseñar el sonido en directo, nos hemos preguntado cómo queremos que suenen los sentimientos desde un punto de vista perceptivo. Esto lo jugamos con las interacciones de las voces del Coro, las canciones y la partitura del violín. Son tres dimensiones sonoras que para mí representan todo lo que puede ocurrir en nuestras almas cuando todos los sentidos están afortunadamente abiertos y no podemos engañarnos a nosotros mismos porque solo estamos recibiendo estímulos e impactos constantes. Como si estuviéramos en un concierto o festival de música, ahora que es la época.
El montaje del National Theatre cuestionaba y planteaba nociones del machismo militar y la representación de la masculinidad. De hecho, todos los personajes eran interpretados por mujeres diversas. ¿Cómo has asignado tú a los personajes o has trabajado la visión de éstos?
Yo he trabajado sin género, sin edad, y he realizado un análisis de las fuerzas que los personajes representan. Y sobre la base de texturas, timbres, colores y luces de cada uno he hecho la distribución, como si tuviera que construir mi cuadro.
Porque el machismo que pueda salir en el texto de Paradise no es tan simple como para imaginar que sea un machismo propio sólo de hombres. Es el machismo de las palabras, de los razonamientos y entonces nos pertenece a todos, no sólo a la relación entre hombres y mujeres. Y yo lo he trabajado a partir del juicio constante y el cuestionamiento continuo.
El equipo de producción original trabajó para reducir la huella de carbono en tiempos de crisis climática. En tu propuesta, ¿cómo se traduce este ecologismo?
Trabajamos con pocos objetos y, como siempre, de forma multidisciplinar. Como reflejo de la sostenibilidad que nos caracteriza trabajamos con ramas. No hemos cortado ningún árbol. Como sabemos, hay gente que produce leña y tiene bosques, hay ramas que no sirven de cara al “mercado”.
Nosotros las reciclamos y hacemos una escenografía. Cómo las tratamos representa un poco cómo deberíamos tratar el único planeta que tenemos y en el que vivimos. No somos conscientes de que no tenemos otro y durante el tiempo que nos ha tocado vivir, es el único que tenemos a disposición para poder habitarlo. La gente todavía no ha entendido que no existe la segunda oportunidad. Me gusta la idea que nos enseñó el gran maestro Peter Brook. Con una rama o con un bastón, puedes contar el cuento más extraordinario.
Al mismo tiempo, buscas una iluminación fotográfica. ¿Qué quieres decir con esto?
No quiero que la iluminación parta del teatro de la representación. Es necesario iluminar mi obra de arte, que es la pieza. Busco una iluminación estética, sensible. Que dé luz a las emociones a las que yo doy forma para llegar al público.
Quiero iluminar, debe iluminar los encuentros emotivos y sentimentales, los momentos dolorosos y los momentos de amor que mi obra presenta, expone y manifiesta. Con lo cual, he pedido un ejercicio de artista libre dentro de un proyecto en el que intervienen tantas personas. Estoy pidiendo sensaciones a los colaboradores.
¿Cómo lo relacionas con el contenido fotográfico multimedia?
He escogido una serie de retratos del fotógrafo italiano Luca Catalano, porque para mí Paradise es un retrato de lo que somos. Quiero retratos como símbolo de esa mirada que ya no está. Hemos perdido la posibilidad de observar la luz en los ojos de las personas que nos rodean.
Todo lo traducimos en un mensaje, en un titular. Hacemos mucha pornografía emocional. Quizás nunca hemos observado las formas que tienen los rostros de los demás. ¿Observamos realmente los ojos? ¿Dejamos que un rostro nos hable?
Por último, una de las frases más destacadas del montaje original fue “Nuestro país no es más que una cuna para la tiranía”. ¿Estás de acuerdo? ¿Hay algún lema o leitmotiv que hayas querido destacar en tu propuesta?
Coincido totalmente con este razonamiento. De hecho, hay tres frases o sentencias que no aparecen en la obra, pero que representan exactamente la lectura que yo hago de Paradise. Las dos primeras son de la filósofa franco-ucraniana Rachel Bespaloff, y la tercera del poeta italiano Enrico Testa:
«Un murmullo de lágrimas y lamentos frente a las rodillas de la necesidad»
«La tragedia suena bajo un cielo mudo»
«Filoctetes es como una piedra volcánica, negra y vidriosa: una obsidiana que algunos ven necesario pulir y otros ven necesario apretar en la palma de la mano para así sentir su peso y así imaginar su antiguo calor»