Según la versión del poeta latín Ovidio, Tiresias es transformado en mujer y posteriormente en hombre, después de separar a dos serpientes que estaban copulando. Dada su experiencia en ambos sexos, es requerido por Zeus y Hera para dar su parecer sobre quién goza más del acto sexual: el hombre, como dice ella, o la mujer, como sostiene él. Al dar la razón al dios, Hera lo castiga dejándolo ciego. Por haber sido único, por haber conocido y por haber vivido aquello que ningún hombre o mujer podrán jamás entender. Sin embargo, la pérdida de la vista, el primero de los sentidos, viene seguida de una compensación por parte del dios: el don de la clarividencia y de la longevidad. Curiosa paradoja el hecho de que la visión más absoluta llegue junto con la ceguera.

La ceguera implica una sensibilidad diferente y una percepción del mundo diferente, pero también puede implicar el no querer ver lo que es dañino. Hablamos, en definitiva, de la inmovilidad y la inacción de la sociedad hacia lo que nos deshumaniza.

Hemos asimilado una sociedad casi sin cuestionarla, y la verdad es que hay mucho más de lo que vemos. La historia y la experiencia nos deberían hacer a todos sabios, videntes, ya que la vida es un ciclo que se repite. Al fin y al cabo, qué es la historia si no un largo recopilatorio de testigos que vivieron antes que nosotros, que nos permite entender lo que ha sucedido y predecir lo que vendrá. La historia es, pues, nuestra clarividencia.